O en este caso debiéramos decir con la iglesia evitamos
toparnos. ¿Por qué?. Curiosamente, la iglesia católica que en teoría debería
mantenerse al margen de temas mundanos y en ocasiones escabrosos como la
política, las libertades civiles o la economía nacional, parece que disfruta
mojando en todas las salsas que se le ponen por delante, opina y adoctrina,
emite comunicados pronunciándose sobre temas que no les afectan para nada e
incluso muestran su aprobación o su disgusto ante determinadas decisiones
“civiles”.
Mientras ellos se encuentran
ocupados manteniéndose en el ojo del huracán, la gente se empobrece, se muere
de hambre, sufre las injusticias derivadas de la situación económica y social
que se está viviendo. Pero ante eso, no sólo no se pronuncian a favor del
débil, es que no hacen nada. Derivadas de este comportamiento inaceptable, yo
me hago varias reflexiones.
Salvo algún humilde cura de
barrio cuyas declaraciones apenas tienen repercusión, o miembros y
organizaciones de base de la organización, porque no nos engañemos, la iglesia
católica es una organización empresarial con todas las de la ley, todavía no he
visto salir a ningún gerifalte de la iglesia posicionándose al lado del obrero
y criticando las duras medidas sociales y económicas que se están tomando y en
las que siempre salen perjudicados los mismos ¿Por qué ellos están siempre al
lado del poder? ¿No debería ser al revés?
Partiendo de esta primera y sencilla reflexión que me consta no me hago solo yo, no es ahí donde surgen la mayoría de mis dudas con respecto a la posición de la iglesia católica en la vida de este país, digamos que, ellos siempre han estado escorados a la derecha y del lado del poder y el dinero, lo que a mí me sorprende en esta época en la que parece que por fin nos estamos levantando de la poltrona para reclamar a los poderes fácticos que dejen de pisarnos el cuello, hemos dirigido nuestras iras hacia la banca, a la que con razón culpamos de defraudadores y estafadores, hacia la prensa, por sumisos y por dejarse manipular vendiendo su independencia y su razón de ser, que es informar con objetividad de todo lo que sucede y por supuesto reclamamos a gobernantes y aspirantes a ello que dejen de oprimir a los mismos y que se pongan de una vez al servicio de los ciudadanos. Pero curiosamente, nadie ha convocado una protesta ante la sede de la conferencia episcopal para pedirle a la iglesia que se avergüence de adorar al becerro de oro y de enriquecerse sin limites y se sacrifique por el pueblo. Nadie les ha pedido que vendan algunas, solo algunas de sus propiedades y ayuden a la gente que malvive sin ingresos por el desempleo o a los ancianos a los que la pensión no les llega ni para comer.
Sólo una vez, tímidamente, se lanzó la propuesta de que
tributaran impuestos como cada ciudadano y bastó con que amenazaran con
recortar su obra benéfica si esto sucedía para que todo quedara en agua de
borrajas.
¿De qué tenemos miedo? ¿De ir al infierno? Puede que mucha
gente al leer esto, piense que la iglesia es un organismo privado y que no
puede ir uno a pedirles nada sin formar parte de su congregación. Error. La
iglesia está financiada en parte con los impuestos de todos los españoles, sólo
por eso deben rendir cuentas ante todos y cada uno de ellos, practiquen o no su
religión y sólo por eso, estamos todos los españoles legitimados para pedírselas.
Por eso y porque ellos intervienen en todas las cuestiones relativas al
funcionamiento del país deberíamos exigirles que salgan ahí fuera y que ayuden
a la gente, que se posicionen a lado del pobre, del oprimido y del débil que
eso es lo que predican. Que abran los pisos y conventos medio vacíos que tienen
repartidos por España y acojan a los parados y a los sin techo, que les alimenten,
que les reconforten y que les den ropa, libros, medicinas o lo que haga falta. Será
que no tienen dinero, ni propiedades. Lo que no tienen es vergüenza ni caridad
cristiana y lo que a mí me asombra es que nadie se lo diga.
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